La incineradora de Bilbao genera el 40% de la electricidad que consumen los hogares vizcainos

29 April, 2012 adclick Sin categoría

 

NOTICIAS DE GIPUZKOA

La única incineradora de Euskadi, la bilbaina de Zabalgarbi, fue construida en 2005 para quemar entre 220.000 y 240.000 toneladas de residuos al año. Desde entonces, valoriza las basuras de casi todos los municipios vizcainos, salvo la capital, un proceso con el que produce el equivalente al 40% de la electricidad que consumen los vizcainos durante un año y un 10% del total que se genera en Euskadi. En estos momentos en los que tanto se está hablando sobre este tipo de instalaciones en Gipuzkoa, este diario visitó Zabalgarbi para conocer su funcionamiento y entender cómo se transforma la basura en electricidad.

Lo primero que explica el director general de la planta de valorización energética de residuos urbanos, José Ignacio Zudaire, es que esta incineradora “es de las más punteras del mundo” y que solo existe una parecida en Holanda. Su peculiaridad es que adapta la tecnología de las plantas de ciclo combinado de gas a las modernas plantas de valorización energética de residuos en un único ciclo e integrado. A diferencia de las otras nueve incineradoras del Estado, que operan con una única turbina de vapor, la de Bilbao recalienta el vapor producido por el horno-caldera con los gases de escape de una turbina de gas, lo que le permite optimizar el rendimiento de la planta, aumentar la eficiencia energética y disminuir el impacto ambiental. Esta combinación consigue generar “muchísima más energía”, nada menos que 682 millones de Kwh netos en 2011, según sus estimaciones, la misma cantidad que consumirían el 40% de los hogares vizcainos durante un año.

El modus operandi de la planta es relativamente sencillo de comprender. A diario, entre 80 y 100 camiones procedentes de toda Bizkaia descargan los residuos en un foso de recepción, donde una grúa tipo pulpo los introduce en el horno-caldera en el que se queman a una temperatura de unos 1.100ºC.

Frente a las temperaturas de 400º y 40 bares de presión que suelen utilizarse en otras incineradoras, el termómetro de Zabalgarbi marca los 310º y una presión de 100 bares. Es decir, a menor temperatura y más presión que una incineradora moderna.

Posteriormente, la temperatura de vapor se eleva a los 540º en una caldera de recuperación gracias a los gases de escape de una turbina de gas que produce electricidad. Este vapor recalentado, a continuación, se envía a un turbogenerador que produce electricidad. En conjunto, el ciclo de gas y el de los residuos obtienen una potencia cruda de 99,5 MW, de los cuales cinco sirven para el autoconsumo de la planta y los 90 MW restantes terminan en el mercado. 

Basta mirar a la mirilla del horno para comprobar la velocidad a la que se queman los residuos. En un abrir y cerrar de ojos, la basura coge fuego y, 30 minutos después, se reduce a cenizas, escorias y chatarras.

Las cenizas (3,6%) son residuos peligrosos, por lo que son trasladas en camiones cisterna a una empresa autorizada para su inertización mediante un proceso de fijación y estabilización físico-químico que las transforman en un residuo no peligroso y admisible en un vertedero de inertizados. 

Zudaire informa de que las aproximadamente 8.200 toneladas de cenizas que se generan anualmente en Zabalgarbi son analizadas por un centro tecnológico homologado por el Gobierno Vasco. “La conclusión es que no presentan nocividad, toxicidad ni mutageneidad”, explica el máximo responsable de la instalación. 

Pero las cenizas no son el único material excedente en el proceso de combustión, ya que también quedan las escorias y las chatarras. Desde la planta explican que las primeras representan el 18,3% del peso y que terminan en el vertedero de no peligrosos debido a la falta de una regulación que permita reutilizarlo como material árido en obra civil y pública, tal y como se hace en Catalunya.

Por su parte, las chatarras (2,28%) se valorizan en empresas siderúrgicas. Antes de salir de Zabalgarbi, pasan por un proceso de enfriamiento.

Dimensiones y controles

A simple vista, la incineradora impresiona tanto por sus enormes dimensiones (la chimenea alcanza una altura de 70 metros) como por la maquinaria que utilizan los 67 empleados de la instalación. 

Algunos operarios supervisan el curso de las basuras desde la sala de control (la llegada al foso de recepción, la quema y las emisiones), mientras otros aseguran el buen funcionamiento del horno caldera, la zona de depuración de humos, el lugar en el que se genera la electricidad y la conexión a la red eléctrica. 

Tal y como indican desde dirección, cada uno de los procesos está sometido a severos controles ambientales. Además del control de las emisiones en continuo, se realiza una vigilancia ambiental de las inmisiones en tres cabinas de control de calidad del aire mediante muestreos en el suelo, la vegetación y las aguas en superficie. 

Como explica Zudaire, se presta especial atención a la emisión de gases, que se depuran desde que los residuos empiezan a prenderse. En el horno caldera, al quemarse la basura a más de 850ºC, se destruyen las dioxinas y furanos que se han podido formar. 

En los filtros de mangas se hace la neutralización y limpieza final de los gases y para minimizar el impacto ambiental se recircula el 20% de los humos ya depurados, antes de salir por la chimenea a la atmósfera impulsados mediante un ventilador de tiro inducido.

Las emisiones, apunta, están controladas a tiempo real por el Gobierno Vasco, a través de los analizadores en continuo como por los muestreos que realiza periódicamente.

El director general subraya las ventajas que supone la adaptación de la tecnología de las plantas de ciclo combinado a la incineración. Porque, según indica, “reduce el impacto ambiental y optimiza el rendimiento energético”. De hecho, recalca que Zabalgarbi “consigue un rendimiento neto del 42%”, cuando las instalaciones de estas características alcanzan niveles del 23%%.

Zudaire sabe perfectamente el rechazo que generan este tipo de instalaciones y por eso invita a los opositores a que visiten la planta y conozcan de primera mano su funcionamiento y los mecanismos de control. “La gente se sorprende al visitar la incineradora porque ve que es una empresa más, una enorme planta de última generación que nada tiene que ver con las obsoletas incineradoras de antes”, apunta.