Bizkaia. La gestión de residuos no para ni en pandemia de coronavirus
DEIA
«Tenemos claro que nuestro trabajo es esencial, es relevante, tanto antes de la pandemia como ahora», resume Iñigo Asua, responsable de mantenimiento de la planta TMB, en referencia a las labores de recogida, tratamiento y clasificación de residuos urbanos. Una actividad que ni paró durante el confinamiento ni ha dejado de trabajar un solo día. «Desde que comenzó la pandemia –explica Irene Santisteban, oficial 1ª de Konpostegi– nos sentimos más valorados, porque hemos tenido que trabajar para que todo funcione, nuestra labor se ha visto más reconocida».
Las empresas y plantas de tratamiento de residuos que funcionan en Euskadi no han sido ajenas al impacto del coronavirus en la vida diaria y la sociedad vasca pero, por su función clave en la salubridad y limpieza de pueblos y ciudades y en la protección medioambiental, se han tenido que adaptar a las nuevas circunstancias en un tiempo récord. A las medidas de protección ya habituales, sus trabajadores han sumado equipos más completos y nuevos elementos, como mascarillas con filtros, gafas, buzos o más guantes, además de espaciar las entradas y salidas del personal para evitar grupos o establecer distancias mínimas en las reuniones. En algunos casos también están viviendo un aumento exponencial del volumen de trabajo, lo que ha obligado a incrementar turnos y hacer contrataciones.
Tal y como reseña Ioseba Prados, jefe de turno de Zabalgarbi, la pandemia pilló a todos desprevenidos, pero en el sector de la gestión de residuos vieron la necesidad de responder para seguir prestando servicio. «Nuestra planta trabaja las 24 horas, los trescientos sesenta y cinco días del año, generando energía eléctrica a partir de los residuos de Bizkaia que ya no se pueden reciclar. El 10 de marzo trabajaba en el turno de tarde y por la mañana estaba en plena salida con la bicicleta cuando, sobre las nueve de la mañana y llegando a Sodupe, recibí la llamada de teléfono que me convocaba a la primera reunión sobre covid-19, que tendría lugar en nuestra planta a las doce. En esa reunión empecé a darme cuenta de la gravedad de este virus y lo que podría significar», recuerda Prados.
«Somos un equipo de cinco personas en el turno que llevamos muchos años trabajando juntos –añade–, siempre en ciclos de dos mañanas, dos tardes, dos noches y descansando cuatro días. La confianza entre nosotros es alta y el día antes de entrar, hablamos y confirmamos que estábamos todos bien. Es fundamental el trabajo en equipo y de la noche a la mañana, teníamos que mantener esa capacidad de trabajo coordinado, garantizando siempre las mayores medidas de seguridad. Entre otras, hemos habilitado una sala de control provisional, por si fuera necesario una desinfección de urgencia. También hemos adaptado todos los procedimientos de permisos de trabajo, las relaciones con el personal de mantenimiento e incluso las relaciones entre los propios miembros del turno».
Más residuo sanitario
Antonio López, responsable de planta de la empresa Sterile Services, dedicada al procesamiento de residuos sanitarios (los que provienen de hospitales y centros de salud), destaca que de un día para otro se encontraron con que el volumen de material a tratar se había multiplicado por diez. En esta empresa, ubicada en Gordexola se desinfecta el material usado en aquellos centros sanitarios cuyo personal se tiene que proteger ahora de una manera especial. Eso se traduce en muchas más mascarillas, gorros, guantes, batas desechables, buzos, etc. que se suman al residuo biosanitario y medicamentos que genera la actividad habitual. «Al principio fue un poco caos –reconoce Antonio López–, el volumen de material se multiplicó por diez, ocurrió de repente y nos pilló de sopetón. Pero con paciencia, con mucho trabajo y con dedicación fuimos sacando el trabajo adelante. Nosotros siempre trabajamos con muchas medidas de seguridad, debido al tipo de material que tratamos, por eso a nosotros la pandemia no nos ha cambiado la manera de trabajar, lo que sí hemos notado es que ha crecido mucho el volumen de residuos que debemos gestionar. Para ello hemos contratado mucha más gente y hemos establecido otro turno de trabajo».
López cuenta que «al principio», como ocurrió en toda la sociedad, «hubo miedo porque no se sabía casi nada del virus» y eso, unido al aumento de trabajo, generó cierta preocupación «por organizar a la gente, por garantizar que todo funcionara bien». «Nos hemos adaptado a la situación, se aumentaron las recogidas en hospitales, doblamos turnos». Sobre la importancia de un trabajo que consiste en desinfectar material sanitario usado el responsable de planta de Sterile Services afirma que «la gente piensa que eso se hace solo, nosotros, sin embargo, enseguida comprendimos que teníamos que hacer todo lo necesario para procesar muchos más residuos. Hemos hecho todo lo que se necesitaba, hemos trabajado sábados y domingos, hemos tenido turnos de doce horas. Hicimos todo lo necesario y luego buscamos soluciones para que ese exceso de horas y días no tuviera que repetirse. No hemos dejado de trabajar ni un solo día desde que empezó la pandemia», concluye.
Se recicla más
Irene Santisteban trabaja en Konpostegi y tampoco ha parado. «Sí hemos notado cambios en el trabajo a causa de la pandemia, sobre todo en los EPI (equipos de protección individual), que siempre hemos tenido, pero se han incrementado. También en la desinfección del material y la maquinaria que usamos. Además cambiaron las normas y en las zonas comunes de la empresa solo podemos permanecer de uno en uno», enumera Irene Santisteban.
Tanto ella como Iñaki Asua, de TMB, desmienten que en los meses que llevamos de pandemia, incluidos los del confinamiento, el hecho de estar más tiempo en casa se haya traducido en un aumento de los residuos urbanos que se deben tratar, clasificar y reciclar. «Pensábamos que iba a incrementarse la cantidad de residuos que llegarían a la planta –explica Santisteban–, pero los datos dicen que se ha mantenido porque aunque haya subido algo el residuo doméstico, al mismo tiempo ha bajado el que proviene de la hostelería y también de los colegios, de los que normalmente nos llega un montón. Lo que sí ha aumentado, porque la gente está más concienciada con la conveniencia de reciclar, es el residuo que se deposita en el contenedor marrón, el de orgánico. De 2019 a 2020 en Bizkaia se recicla entre un 5 y un 10% más en el contenedor marrón. Pero, en general, el nivel de residuos se ha mantenido».
«Puede que el residuo doméstico se haya incrementado pero ese aumento se ha visto compensado con un descenso de los residuos que proceden del comercio y la hostelería», apunta Iñaki Asua. Así, con un volumen de trabajo similar al de antes de la pandemia, tanto en TMB como en otras instalaciones de este tipo, la seguridad ha sido una prioridad. «Los protocolos de seguridad y prevención implantados previamente y coordinados por Garbiker, la Diputación Foral de Bizkaia y nuestros servicios de prevención, cubren perfectamente las necesidades exigidas por la pandemia. De hecho, no hemos tenido grandes cambios en la forma de trabajar», asegura Asua. No obstante, reconoce que «somos un grupo humano como cualquier otro, hay compañeros que tienen más preocupación que otros, lo que sí es común es que todos estamos muy atentos a trabajar con seguridad y creo que las medidas que se han implantado proporcionan un nivel alto de protección. Además los trabajadores nos estamos implicando para cumplir unas medidas que nos dan tranquilidad. No veo nerviosismo porque estamos trabajando con seguridad», afirma.
En el caso de los trabajadores de recogida y tratamiento de residuos, como en el de todos los ciudadanos, la pandemia no solo ha tenido afecciones en lo laboral, sino que las circunstancias personales también han marcado unos meses en los que su labor «quizás ha pasado más desapercibida que otras», pero que se ha considerado esencial. Irene Santisteban cuenta que en los primeros meses de la pandemia y ante el desconocimiento sobre las vías de contagio, ella decidió aislarse en una vivienda distinta a la habitual, que comparte con su madre. «Tenía que ir todos los días a trabajar y no quería exponer a mi madre, me fui a otra casa para no arriesgarla a un posible contagio», narra.
Ioseba Prados, de Zabalgarbi, también extremó las precauciones. «La sensación de miedo por el contagio estaba y sigue estando presente, aun cuando la higiene, tanto del personal como de los puestos de trabajo, es constante. Los despachos y los puestos compartidos se desinfectan antes y después de cada cambio de turno. Durante el confinamiento «duro» –entre marzo y abril–, veníamos a trabajar con mucho miedo, porque el contagio entre nosotros podía implicar el contagio a nuestros familiares y a todos los miembros del equipo. Yo me quitaba la ropa en la entrada de mi casa e iba directo a la ducha y la ropa, directamente a la lavadora. Y eso que ya salía duchado de la empresa. En esos días, la sensación de estar solo en la carretera, circulando con un salvoconducto en los trayectos de casa a la empresa… me parecía estar viviendo una película», reconoce.