Infraestructuras al servicio del medio ambiente
CINCO DÍAS
La importancia que la Unión Europea otorga a las políticas de protección del medio ambiente y los recursos naturales ha ido aumentando gradualmente en los últimos años. En su Hoja de Ruta para una Europa Eficiente, se apuesta por políticas de gestión y prevención de residuos y de tratamiento y eliminación de los mismos. La UE genera cada año unos 2.000 millones de toneladas de residuos, con una tasa de crecimiento anual de más del 10% en los últimos seis años. Estos residuos se depositan en su mayor parte en vertederos, que crean problemas al subsuelo donde se ubican y generan gases tóxicos y explosivos. Y además, existe un número de vertederos ilegales, indeterminado, pero cada vez mayor, con los consiguientes riesgos imposibles de cuantificar.
La situación en España con respecto al cumplimiento de estos objetivos es preocupante. Ya existe una doble sentencia del Tribunal de Justicia de la UE (TJUE), que condena a España por la existencia y absoluto abandono de 88 vertederos incontrolados. La primera se emitió en febrero de 2016 y señaló 27 vertederos que o bien seguían en activo o bien no fueron sellados tras su cierre. Además, en otra sentencia reciente, se señalan irregularidades en otros 61 vertederos, el 80% de los cuales se reparte entre las Islas Canarias y Castilla y León.
Más allá de seguir insistiendo en el fomento de las políticas de reciclaje, los métodos alternativos de eliminación de residuos pasan por la gestión de los residuos mediante procesos de valorización energética, que permitan eliminar físicamente los residuos y generar energía eléctrica. Por ejemplo, aunque Dinamarca es de los países que más residuos genera, solamente un 1% termina en vertederos. En los últimos tiempos la evolución de la tecnología que se aplica en estos procesos se ha desarrollado de forma relevante sin poner en riesgo la salud de los residentes cercanos.
Guipúzcoa tiene sus vertederos colapsados desde hace tiempo, hasta el punto de tener que trasladarlos a otras regiones con el coste que ello conlleva. Para poner remedio a esta situación, ha optado por la valoración energética mediante la construcción del Complejo Medioambiental de Gipúzcoa que, con el uso de tecnología de primer orden, permitirá eliminar los residuos de todo el territorio, convirtiéndolos, en energía eléctrica.
Para su desarrollo, se ha recurrido a la colaboración público privada por las ventajas que esta da en términos de eficiencia operativa sin por ello comprometer deuda pública. El contrato para su puesta en marcha, que incluye su diseño, construcción y mantenimiento durante un plazo de 35 años, ya se ha firmado. Como la mayor parte de los riesgos operacionales se han transferido al sector privado, el proyecto no computará, según la normativa europea de cuentas SEC 2010, como deuda pública para la Administración. Recientemente se hizo público que el proyecto, de unos 250 millones de euros, ha cerrado financiación mediante una combinación de bonos y préstamos bancarios, captando el interés de un gran número de bancos e inversores institucionales.
Necesitamos acometer las medidas necesarias para cumplir con las directrices de la UE. Contamos para ello con las herramientas necesarias. De un lado, la colaboración pública privada que no supone incurrir en más deuda pública y, de otro, el interés de los inversores y financiadores de todo el mundo dispuestos a canalizar la gran liquidez que gestionan hacia estos proyectos. No aprovecharlo nos aboca al pago de sanaciones y a un futuro medioambiental cada vez más alejado de las demandas de las sociedades modernas.