Jaime Orfila, vicepresidente del Colegio de Médicos de Baleares: «No se ha demostrado ningún cáncer por exposición a residuos»

17 junio, 2016 adclick Sin categoría

 

DIARIO VASCO

A Jaime Orfila (Menorca, 1960), la preocupación de parte de la población guipuzcoana por las posibles afecciones que en la salud pueda tener la incineradora de Zubieta le resulta familiar. Un debate similar se instaló en Baleares en 1996 y, como médico internista y vicepresidente del Colegio de Médicos de Baleares, este colectivo de 4.000 licenciados en Medicina le encargó coordinar los foros de debate. Invitó a conferenciantes de países que lideran las mejores políticas medioambientales. Hoy en Mallorca ya hay dos plantas de valorización energética y Orfila asegura que «el debate de la salud está superado». El doctor y miembro de la Comisión de Seguimiento de la Gestión de Residuos Sólidos Urbanos de Mallorca aportó ayer su experiencia en el ciclo »Residuos en clave de transparencia» organizado por la Diputación de Gipuzkoa.

– Como ha podido ver en el turno de preguntas, aquí el debate no está superado.

– Lo que os pasa en Gipuzkoa se parece bastante al proceso que hubo en Baleares. Había un colectivo de profesionales que veía con preocupación la incineración. Tenía bastante proyección política y cabida en los medios y en el Parlamento. Era casi una obligación, por nuestra parte, intentar poner luz en un espacio de tanta incertidumbre.

– ¿En qué basaban su preocupación esos profesionales?

– En los noventa, la preocupación viene de una serie de estudios, sobre todo de Estados Unidos, en los que se mostraba que las emisiones de las plantas de gestión de residuos, entre las que metían las de tratamiento de residuos urbanos, contenían cantidades importantes de sustancias tóxicas que podían afectar a la salud. Se empezó a tener conocimiento de las dioxinas y de los compuestos tóxicos persistentes. Se inició una línea de producción científica. Aquello provocó que mejorara espectacularmente la tecnología en la gestión de los residuos.

– ¿Puede determinar si algún tipo de enfermedad que trata en su consulta ha sido provocada por la planta incineradora?

– Es que a nivel práctico, el debate sobre las consecuencias en la práctica existencial del tratamiento de los residuos urbanos no existe. Solo hablamos de potenciales incidencias estadísticas del aumento del número de neoplasias sin aumento de la mortalidad en grandes poblaciones. Esto coincide en el tiempo con que ha habido accidentes en los que se han vertido al medio ambiente cantidades de tóxicos que también están en el tratamiento de los residuos que pueden generar enfermedad. Las dos asociaciones hacen que se genere una preocupación social.

– ¿Justificada?

– La preocupación debe venir de distintos focos. Las calefacciones domésticas emiten grandes cantidades de tóxicos, el tráfico produce grandes cantidades de emisiones de gases y de metales al medio ambiente. Nuestra actividad económica, en determinados entornos, es poco sostenible. Lo que ocurre es que la gestión de los residuos, al haberse estudiado tanto, empieza a tener respuestas, y eso hace que esté más expuesta a la crítica. Pero es el sector que con mayor rigor está dando respuesta a su problemática.

– ¿A qué se refiere?

– Cuando una comunidad decide poner una incineradora, es capaz de medir con precisión la cantidad de residuos que entran, caracterizarlos, ver de qué tipo son, qué sustancias tienen, medir con exactitud su emisión de gases o la cantidad de metales potencialmente tóxicos que están vinculados a su tratamiento… Tener datos exactos sobre lo que se está produciendo, te da la tranquilidad de que no eres el responsable de la contaminación basal que se produce en el entorno, pero también te expone porque los demás sistemas de tratamiento no están tan controlados. Los vertidos, por ejemplo, son fuentes de contaminación incontrolable.

– A nivel médico, ¿qué tiene una incineradora que pueda preocupar?

– Hay tres niveles de tóxicos que preocupan en el medio ambiente y que también hay que tener en cuenta en la incineración. Uno serían los gases. Las partículas en el medio ambiente enferman. Hay estudios que cuantifican el número de muertes por enfermedades respiratorias y cardíacas. Ahora bien, la contribución de la gestión de los residuos a estas partículas es mínima. Tiene mucho más que ver con la actividad humana en las ciudades.

– ¿Se puede cuantificar esa contribución?

– La incineradora tiene la capacidad de medir exactamente las partículas y los gases que emite. Los otros procedimientos, no. Nadie es capaz de definir la cantidad que emiten los coches, las calefacciones o la agricultura, que es la mayor productora de metano de nuestro mundo. El porcentaje que aporta la incineración es casi nulo. Pero se mide. Lo que ayer emitió la incineradora hoy se puede ver en la red.

– Ha citado tres niveles de tóxicos…

– Sí. Después de los gases están los metales. Metales como el cadmio, cromo o plomo. Sabemos los que entran a la planta de valorización y, además, al salir se captan y se dejan en las cenizas. Si se quiere ver como un problema que se han identificado, recogido y enterrado los metales para que no pasen a la cadena humana, se puede ver así. Pero lo que se hace es evitar que pasen al medio ambiente y generen enfermedad. Yo hace veinte años que no veo una intoxicación por plomo y era por bebedores de vino, por las tinajas. Pero el plomo también está en los coches y otros sitios.

– Gases, metales… ¿Y dioxinas?

– Sí. Es el tercer nivel. Las dioxinas son compuestos orgánicos frutos de la combustión, antropogénicos y naturales, que también están en los incendios forestales o cuando se quema un vertedero como el de Seseña. La incineración de residuos a mil grados en tres segundos con filtro de gases es el tratamiento a realizar cuando quieres eliminar dioxinas. Por tanto, el efecto de la incineradora sobre este tipo de compuestos tóxicos persistentes es el de la reducción. El problema es que no hay indicadores de otro tipo de emisiones. Pero para nada hay datos que digan que la incineración sea una fuente de compuestos tóxicos persistentes a la atmósfera.

– ¿Hablamos de lo mismo al referirnos a aquella incineradora de 1996 de Mallorca y la que se quiere poner en Zubieta en 2019?

– No tiene nada que ver. La tecnología ha cambiado radicalmente y las emisiones han bajado mucho, entre otras cosas porque la normativa es más rígida.

– Entonces, ¿tenemos que mirar la fecha tanto de los estudios sobre la salud como de las plantas sobre las que se han aplicado?

– Hay que mirar muchas cosas. En los estudios que el Instituto de Salud Carlos III ha hecho se han centrado en la gestión de la incineración de residuos sólidos peligrosos. De 127 instalaciones que analizan, solo 9 son incineradoras. Observan si en los entornos de todas las instalaciones sumadas ha habido un incremento estadístico de algunos tumores. Hacen una asociación de todas las infraestructuras. Pero, voy más allá. Una de las nueve incineradoras analizadas es la de Son Reus de Palma de Mallorca. Se da la circunstancia de que durante quince años han convivido la incineradora de Son Reus y el vertedero de Son Reus. De las dos fuentes de gases, metales y dioxinas, ¿en qué porcentaje ha influido cada una de ellas? Esto es lo que llamamos factores de confusión de estos artículos.

– ¿Quiere decir que estos estudios no valen para mucho?

– Lo que no han hecho es clarificar o aportar datos que hagan pensar que haya ningún cáncer o fallecimiento de una persona por haber estado expuesta al tratamiento de residuos sólidos urbanos. Estos estudios dan luz para otros interrogantes y para seguir investigando y profundizando en el conocimiento de las enfermedades que vienen vinculadas a la gestión de residuos y el medio ambiente. Sólo su presencia hace que las propias empresas y administraciones mejoren sus procedimientos. Como en otros sectores.

– ¿Por ejemplo?

– Las dioxinas, en el 90% de los casos, se adquieren en el organismo por la comida. Por la ingesta. No por el entorno. Por eso, donde más legislación ha desarrollado la legislación europea es en la cadena alimentaria.

– Entenderá que la gente pueda quedar perpleja cuando hay médicos que dicen una cosa y otros que dicen la contraria…

– Hay que tener cuidado al utilizar las conclusiones ecológicas que ayuden a mejorar el conocimiento y no utilizar un estudio como elemento tóxico adicional a la toma de decisiones. Un ejemplo. Los estudios que tenemos ahora se hacen con el certificado de defunción. Se sabe que este señor ha muerto en tal zona, pero hay municipios en Baleares donde el 40% son turistas extranjeros. El cáncer que puedan tener, adquirido en Londres o Hamburgo, lo registramos nosotros. Y esto los investigadores lo hacen público.

– ¿Ha discutido con colegas de esto?

– Tuve debates enconados hace veinte años con bastantes compañeros que luego han estado en la gestión directa de la incineración. El debate sanitario en Baleares hace veinte años que no existe.

– ¿Qué le diría al grupo de sanitarios que recomienda paralizar la incineradora de Zubieta?

– La postura de los grupos de sanitarios que se oponen a la incineradora ayudará a mejorar los proyectos que se pongan en marcha. Pero el debate tiene que ser prudente, sin dejarse llevar por declaraciones alarmantes. Toda la comunidad científica, en el fondo, tiene un mismo discurso. Lo que realmente ayudaría es potenciar registros territoriales de tumores, ver si hay más tumores, analizar de qué tipo son y qué esperanza de vida tienen o si tienen que ver con una profesión o con la tarea que han realizado. Avanzar en el conocimiento.