Javier Ansorena Miner: «De la cocina a la catedral».

22 septiembre, 2013 adclick Sin categoría

 

RESIDUOS PROFESIONAL

El título de esta colaboración refleja la ruta que han seguido los restos de comida depositados en el contenedor marrón por las familias vizcaínas que han separado minuciosamente los restos de alimentos en sus cocinas y que, tras un riguroso proceso de compostaje en la planta de Artigas, han sido transformados en un compost de calidad, que ha podido ser empleado como componente estructural básico en el nuevo terreno de juego de la “Catedral” de San Mamés.

Aunque, por aquello de la rivalidad entre vecinos, a muchos bilbaínos les cueste creerlo, este donostiarra sintió una sana envidia y especial satisfacción al contemplar el excelente comportamiento del césped en el partido inaugural del nuevo Estadio, celebrado el pasado 16 de septiembre. Y esta satisfacción se explica, en parte, por razones sentimentales. Al fin y al cabo, los 5 años de residencia en el Botxo durante mi época estudiantil estuvieron íntimamente ligados a la Catedral: hasta 1970, desde la ventana de mi habitación se podía disfrutar de los partidos de los “leones”. Pero sobre todo me ha agradado especialmente el comprobar cómo las cosas bien hechas conducen a resultados excelentes. Y este es el caso del Departamento de Medio Ambiente de la Diputación de Bizkaia y de su sociedad pública Garbiker, cuya ejemplar actuación ha permitido transformar una fracción de la basura doméstica en un constituyente esencial del terreno de juego de San Mamés, según explico a continuación.

Atrás quedaron los tiempos en que las superficies deportivas de hierba natural se construían artesanalmente con tierra natural, cuyos elevados contenidos de arcilla, limo y otras partículas finas impedían el drenaje, lo que ocasionaba que estuvieran permanentemente embarrados en invierno, con la consiguiente pérdida de cubierta vegetal. Así, del viejo Atotxa de la capital donostiarra en la década de los 90 se pasó a proyectar y construir el terreno de juego del nuevo Estadio de Anoeta con un moderno sistema de drenaje, conocido como “nivel freático suspendido”. Este sistema constructivo incluía una capa superior de enraizamiento del césped constituida por arena silícea, lo que se tradujo en una mejora espectacular de la permeabilidad y de la calidad de la cubierta vegetal, que fue unánimemente reconocida por todos los agentes deportivos.

Sin embargo, pronto se puso de manifiesto que, junto a estas excelentes prestaciones, las capas de enraizamiento de arena pura presentaban unas elevadas exigencias de mantenimiento, en términos de consumo de agua de riego y de fertilizantes. A esto se unía el hecho de que, en comparación con la tierra, la arena es un medio muy estéril, es decir, de baja actividad biológica. Lo cual conducía a la acumulación de una capa superficial de materia orgánica, conocida como fieltro o thach, constituida por los restos no descompuestos de recortes de siega, tallos y raíces de la hierba. Y este fieltro actúa como una esponja, reteniendo agua en la superficie, lo que es origen de múltiples problemas para el crecimiento de la hierba, tales como enraizamiento superficial, malas hierbas y enfermedades. Todo ello hace que resulte necesario eliminarlo mediante labores intensivas de pinchado hueco y recebos con arena, lo que incrementa sensiblemente las tareas y el coste de mantenimiento. Por este motivo, las capas de enraizamiento de arena pura han sido progresivamente sustituidas por mezclas de arena con tierra, turba y otros ingredientes que, sin reducir sensiblemente la permeabilidad, aumenten la retención de agua y nutrientes minerales aportados con el riego y el abonado para su absorción por las raíces de la hierba.

La selección de dichos materiales y de la mezcla óptima con arena se realiza en el laboratorio, atendiendo a una serie de requisitos en sus propiedades fisicoquímicas (densidad, porosidad, aireación, conductividad hidráulica, contenido en materia orgánica, etc.), establecidos en la Norma UNE 41.959-1 “Superficies deportivas de hierba natural. Parte 1: Sistemas de construcción para superficies deportivas de fútbol, rugby y golf”, que se determinan mediante la norma UNE 41.959-3 “Superficies deportivas de hierba natural. Parte 3: Métodos de ensayo en laboratorio.

Pero en nuestro entorno no resulta fácil conseguir la tierra adecuada para las citadas mezclas, que ha de ser de textura arenosa, libre de semillas y contaminantes, etc.; tampoco la turba y otras enmiendas orgánicas tradicionales dan el resultado deseado, por lo que, cada vez con más frecuencia, se recurre al empleo de subproductos y residuos orgánicos compostados. En el caso del compost utilizado en jardinería deportiva, además de las citadas características físicas y químicas es esencial que posea unas adecuadas propiedades biológicas (madurez y estabilidad biológica, carga bacteriológica, etc.) que garanticen la no germinación de semillas de malas hierbas y la ausencia de gérmenes patógenos que pudieran ser origen de infecciones a través de las heridas de los jugadores. Por ello deben evitarse los estiércoles, los compost de lodos de depuradora y, en general, las enmiendas orgánicas de origen animal, que potencialmente son un vector de transmisión de infecciones. De hecho, hace unas décadas un destacado jugador vasco padeció las consecuencias de una infección producida por una lesión sobre el terreno de juego, que le obligó a retirarse de la actividad deportiva. Además, en cumplimiento de la estricta legislación europea sobre subproductos animales, el compost obtenido a partir de restos de alimentos de origen animal debe estar debidamente higienizado, lo que se consigue en el proceso de compostaje mediante una combinación de temperaturas y tiempos.

Por estas y otras razones, las instituciones de Bizkaia han optado en solitario (con la salvedad a nivel estatal de la Mancomunidad guipuzcoana de Txingudi) por limitar la recogida selectiva y compostaje de biorresiduos urbanos a la fracción no cocinada de origen vegetal conocida como VFG (correspondiente a las siglas en inglés de verduras, frutas y residuos de jardín), que es la adoptada por los países, regiones y ciudades (Holanda, Flandes, Viena, etc.) considerados como líderes en compostaje en la Unión Europea. Con ello han conseguido obtener un compost de calidad semejante al obtenido a partir de residuos verdes de jardín, tradicionalmente empleado como enmienda orgánica en jardinería, pero con un contenido en nutrientes minerales ligeramente superior, por lo que puede utilizarse sin mayores limitaciones como componente de la capa de enraizamiento. Y esto ha permitido cerrar el ciclo biológico, de manera que los restos de los alimentos que nos proporciona la naturaleza vuelvan a incorporarse a la tierra… del césped de la Catedral.