Usar residuos como palanca de competitividad e independencia energética

5 septiembre, 2022 Zabalgarbi Zabalgarbi Noticias

EXPANSIÓN

Dimas Vallina, director gerente de Fundación CEMA

La invasión de Ucrania está tensando el sistema energético mundial, elevando los precios y provocando preocupaciones sobre la seguridad energética. En respuesta a este desafío, la Comisión Europea presentó el pasado mes de mayo un plan para poner fin a la dependencia de la UE con respecto a los combustibles fósiles rusos, conocido como ‘REPowerEU’.

Hay una doble urgencia para transformar el sistema energético europeo: poner fin a la dependencia de la UE con respecto a los combustibles fósiles rusos, que se utilizan como arma económica y política y cuestan a los contribuyentes europeos casi 100.000 millones de euros al año y hacer frente a la crisis climática.

Las principales líneas del plan son el ahorro de energía mediante la eficiencia energética, la diversificación del suministro energético, una red de energía de la UE verdaderamente interconectada, nuevas inversiones y reformas y la rápida sustitución de los combustibles fósiles. En este sentido, y dentro de la ficha informativa “industria limpia” que acompaña al plan, se cita expresamente a la valorización de residuos como una de las medidas para impulsar el desarrollo de procesos industriales más limpios, junto con el hidrógeno verde, la eficiencia energética, o el uso circular de materiales, entre otras.

Por tanto, ya no hablamos solamente de que usar residuos no reciclables como materia prima y/o combustible es una medida óptima desde el punto de vista ambiental, sino que tiene un carácter estratégico como país para asegurar la competitividad e independencia energética de la industria española y europea.

Sin duda, la valorización de residuos tiene un carácter totalmente estratégico para la industria cementera. Por una parte, la valorización material permite la sustitución de materias primas naturales (piedra caliza, arcillas…) por residuos minerales generados en otras industrias (residuos de construcción y demolición, lodos de la industria papelera…), reduciendo así la explotación de recursos naturales en las canteras. Por otra, la valorización energética, permite sustituir parcialmente los combustibles fósiles empleados en el sector (fundamentalmente coque de petróleo) por otros procedentes de residuos que no se han podido reciclar y que en España se siguen enterrando mayoritariamente en vertederos. La mayoría de esos residuos son total o parcialmente biomasa, y por tanto neutros en cuanto a sus emisiones de CO2. Es decir, se reducen las emisiones al mismo tiempo que se mejora la competitividad de la industria, no olvidemos que en el mes de junio el precio de la tonelada de CO2 superó los 83 euros.

Según datos del Observatorio de Economía Circular en la Industria Cementera, que elabora anualmente el Instituto Cerdà para la Fundación laboral del cemento y el medio ambiente (CEMA), y cuya doceava actualización acaba de publicarse, las fábricas de cemento españolas han recuperado material y energéticamente casi 60 millones de toneladas de residuos desde el año 2004. Aprovechar la energía y los materiales contenidos en 59,5 millones de toneladas, el equivalente a todos los residuos urbanos generados por la ciudad de León en un año, no es un dato menor; y más en España, donde más de la mitad de nuestros residuos municipales siguen enterrándose.

Una de las razones fundamentales de esta mala práctica medioambiental son los bajos costes del vertido en nuestro país. Así, y según datos también de nuestro Observatorio de Economía Circular, en España hay siete Comunidades Autónomas que hasta la fecha no aplican tasas disuasorias al vertido. En el resto, el importe medio de la tasa es solo de 14,4 euros por tonelada, muy lejos de países como Dinamarca, Austria o Bélgica con tasas que oscilan entre los 79 y 100 euros por tonelada. Confiamos que, con la aplicación efectiva de la nueva Ley de residuos, donde se recoge un impuesto de 40 euros por tonelada métrica al depósito de residuos municipales, se produzca un efecto disuasorio y se genere toda una cadena de valor asociada al reciclado y a la valorización de residuos, que, además de ayudar a nuestro país a cumplir el objetivo comunitario de enviar únicamente el 10% de residuos a vertedero en 2035, permita también la generación de empleo verde.

En el ámbito de la valorización material me gustaría poner el foco en los RCD -residuos de construcción y demolición-, uno de los mayores flujos de residuos de nuestro país, con una generación estimada anual de 25 millones de toneladas según datos del Miteco, y que casi en su totalidad acaban en vertederos. En 2020 el sector cementero español empleó 27.000 toneladas de RCD, y tenemos muy buenas perspectivas de empleo a futuro, especialmente a partir del 1 de enero de 2024 cuando según la nueva Ley de residuos sea obligatorio llevar a cabo demoliciones selectivas, para convertirnos en una herramienta complementaria para el mejor aprovechamiento de una tipología de residuos que supone aproximadamente el 30% del total de todos los generados en la Unión Europea.

Por lo que respecta a la valorización energética, desde 2004 la industria cementera ha recuperado por esta vía 10,7 millones de toneladas de residuos, de las que casi un millón lo fueron en 2020, último año según los datos del observatorio. En el período total analizado, esta práctica evitó la emisión de 9,9 millones de toneladas de CO2, por el empleo de combustibles con biomasa. Y solo en 2020, supuso un ahorro de más de un millón de toneladas de CO2, el equivalente a las emisiones que produciría la electricidad consumida anualmente por 112 millones de smartphones, o por los hogares de 14 ciudades del tamaño de Toledo.

En España, el último dato disponible sobre porcentaje de sustitución de combustibles fósiles por combustibles derivados de residuos en la industria cementera fue del 36%, muy lejos de Austria, Noruega o Alemania, con porcentajes por encima del 70%. Cada vez hay más fábricas de cemento en el centro y norte de Europa con porcentajes de sustitución en media anual cercanos al 100%, y es que, como decíamos al principio, dejar de utilizar combustibles fósiles no sólo es imprescindible para hacer frente a la crisis climática, es algo estratégico para asegurar la competitividad y la independencia energética de nuestra industria.