Europa apuesta por una combinación entre la incineración y el reciclaje
DIARIO VASCO
Resulta que las posturas antagónicas surgidas en Gipuzkoa en torno a la solución al tratamiento de las basuras no son tan incompatibles. Lo vino a decir ayer el presidente de la Asociación de Empresas de Valorización Energética de Residuos Sólidos Urbanos (Aversu), Rafael Guinea. Invitado por el Ayuntamiento de Donostia, participó en la comisión no permanente sobre residuos del consistorio y, además de proporcionar una batería de datos estadísticos, esgrimió dos tesis con las que coinciden tanto partidarios como detractores de la incineradora de Zubieta. Una: la defensa compartida del reciclaje. Y dos: el rechazo común al vertedero. Ambas confluyen en el cumplimiento de la normativa europea.
Guinea basó su exposición en números, evitando consideraciones políticas, si bien arrojó conclusiones que masticaban la interpretación de los datos. La más contundente decía que «los países que más reciclan son los países que más valorizan energéticamente», a la que seguía su lógica derivada: «La valorización energética es complementaria al reciclaje». Y explicó la razón. «Porque se alimenta preferentemente de los materiales que no han podido ser reciclados».
Citando estudios de la International Solid Waste Association (ISWA), reiteró que «las plantas de valorización van de la mano del reciclado y como tal, forman parte integral de una economía circular porque reducen el consumo de recursos naturales y reducen el impacto climático». Avanzó incluso que este mismo año la Unión Europea publicará una nueva norma para promover la valorización energética de residuos bajo el argumento de que «su utilización -la de este tipo de plantas- reduce la emisión de gases de efecto invernadero».
A sabiendas de la perplejidad que puede provocar esa afirmación, con el verbo »reducir» de por medio, lo explicó. «Estas plantas sí que generan CO2, pero menos que lo que generaría la misma cantidad de residuo en un vertedero». Guinea subrayó la ventaja medioambiental partiendo del principio de que lo que no se puede reciclar tiene como únicos destinos posibles la incineración o el vertido. Como agravante, citó que «el vertedero genera además metano, que tiene 26 veces más de efecto invernadero que el CO2 de una incineradora».
Para soportar esta otra afirmación -«una planta de valorización moderna y bien operada no genera peligros y sí beneficios medioambientales»- amplió el zoom de la polémica enquistada en Gipuzkoa para abordar un enfoque internacional. Mencionó el ejemplo europeo, «donde operan más de 460 plantas de este tipo, casi todas en países con mayor enfoque medioambiental y en los países socialmente más despiertos en temas como la salud o el medio ambiente».
Recordando que la valorización consiste en recuperar energía de los residuos que no se reciclan, «lo que conlleva un cambio de enfoque que implica considerar la basura como recurso», desveló que «Europa está ahorrando -mediante esta clase de tratamiento- 42 millones de toneladas de combustible fósil y generando 31 billones de kilovatios por hora de energía, lo que sirve para abastecer a 14 millones de habitantes». Y se refirió también al caso de Japón, donde «funcionan 1.200 instalaciones de este tipo». Todo para arrojar «tranquilidad» a los guipuzcoanos.
El dato de ahorro de combustible no es baladí en un panorama donde «el consumo de recursos no es sostenible y urge un cambio de una economía lineal a otra circular». De hecho, según Guinea, «el propio director general de Medio Ambiente de la Unión Europea ha propuesto avanzar en la valorización energética», sugerencia que siguen aplicando muchos países avanzados.
Debate técnico, no político
El presidente de Aversu puso en valor que «en 2014 se construyeron 26 nuevas plantas de valorización energética en Europa, fundamentalmente en Alemania, Reino Unido, Finlandia y Dinamarca, la mayoría de ellas en los centros de las ciudades». Y destacó «la última de París, que se ve desde la Torre Eiffel y está junto al río Sena precisamente para que los residuos puedan llegar en barco sin contaminar la ciudad y para que la energía se consuma también en la propia ciudad».
Como símbolo de la aceptación social de la infraestructura, mencionó la próxima inauguración de la planta de Copenhague, en cuyo techo, con una pendiente ecológica de 31.000 metros cuadrados, se instalará una pista de esquí con nieve artificial para el disfrute de los vecinos y turistas.
Informado sobre el debate político instalado en Gipuzkoa durante los últimos años en torno a la gestión de residuos, Guinea consideró que «es normal tratándose de un tema de gestión pública y un asunto social porque la basura la producen todos los ciudadanos». Dicho esto, dejó caer el pacto alcanzado en Cataluña -la comunidad autónoma que más desarrollada tiene sus infraestructuras- por los grupos políticos. Crearon la agencia catalana de residuos y decidieron que todos los debates serían técnicos en el consejo de la agencia, sin llevar el debate al terreno político. «Gracias a eso, entre otras cosas, lograron avances sustanciales», insinuó Guinea.