Vertederos: una fuente de emisiones que multiplica por 19 al de las plantas de valorización energética
RETEMA
La eliminación de residuos en vertedero genera muchas más emisiones de CO2 que la valorización energética. Así se recoge en un estudio elaborado por G-Advisory, del grupo Garrigues, en el que se analizan los impactos socioeconómicos y ambientales de la valorización energética de los residuos urbanos en España y Andorra, concluyendo que los vertederos emiten anualmente casi 11 millones de toneladas de CO2 equivalente, 19 veces más que las plantas de valorización energética. En dicho documento se precisa que, por tonelada tratada, el vertido genera un 53% más de emisiones brutas que la valorización energética y un 175% más de emisiones netas.
La Asociación Española de Empresas de Valorización Energética de Residuos Urbanos (AEVERSU), que aglutina a 11 plantas (10 en España y 1 en Andorra), quiere poner de relieve estos datos con motivo de la reciente conmemoración (28 de enero), del Día Mundial de la Reducción de Emisiones de CO2, una efeméride a través de la cual se hace un llamamiento a la concienciación y sensibilización de la sociedad en torno a las negativas consecuencias que el cambio climático tiene para la vida en el planeta y la necesidad de hacer frente al mismo con medidas que apuesten firmemente por la eficiencia energética, por el desarrollo de energías renovables y el empleo de combustibles más limpios, por la racionalización del consumo, por mejoras en el transporte y una correcta gestión de la basura, haciéndola más sostenible.
En este sentido, cabe señalar que la Cumbre de París supuso un hito, logrando que 195 países, entre ellos China y Estados Unidos, hubiesen alcanzado un ambicioso acuerdo con el que se pretende limitar el aumento de la temperatura de la Tierra a menos de 2ºC, comprometiéndose los firmantes a realizar esfuerzos para “limitar el aumento de la temperatura a 1,5 grados en comparación con la era preindustrial”.
Valorización energética vs vertedero
Además de otras ventajas propias de la valorización energética sobre el vertido, resulta evidente que, en la lucha contra las emisiones de gases de efecto invernadero, ésta se presenta como opción claramente mejor. De hecho, la eliminación en vertedero ha sido calificada por la normativa vigente como la alternativa menos deseabledebido a su negativo impacto sobre el entorno y la salud, presentando otros inconvenientes tales como ocupación de mayores extensiones de suelo, con los consiguientes efectos a nivel medioambiental y paisajístico; mayor producción de lixiviados, con el riesgo asociado de un incremento en niveles de contaminación, debiendo ser monitorizados y gestionados durante décadas; y la generación de biogás procedente de la degradación anaerobia de la materia orgánica, que no siempre puede ser valorizado energéticamente debido, entre otros factores, a las condiciones de degradación de la materia orgánica, el tamaño del vertedero, la accesibilidad de conexión a la red, las tipologías de residuos vertidos en los mismos a lo largo del tiempo, la temperatura y el nivel medio de precipitaciones anuales.
Asimismo, cabe señalar que, en el caso de la valorización energética, la recuperación de materiales está garantizada, con la particularidad de que la energía producida en forma de calor y electricidad se configura como un sustituto efectivo de los combustibles fósiles. Por otro lado, es necesario destacar que el 50% de la energía producida en las plantas de valorización energética es de carácter renovable.
Y aquí es preciso recordar la alta dependencia energética exterior de España. Según el estudio de G-Advisory, durante el período 2008-2012, el 77% de la energía primaria no renovable fue comprada fuera de nuestras fronteras y, en particular, el 99% del petróleo, circunstancia que trae consigo un considerable coste económico para el sector público y privado.
Por su parte, la disposición de las mejores tecnologías disponibles permite a las plantas de valorización energética cumplir escrupulosamente con la legislación vigente, mucho más rigurosa que la que rige para otras infraestructuras industriales e incomparablemente más exigente que la aplicable a los vertederos, complicándose en muchas ocasiones el control de los mismos debido a su extensión y configuración geológica. Se trata de instalaciones finalistas en donde los residuos quedan enterrados de forma permanente, por lo que el impacto perdura en el tiempo.